viernes, 22 de mayo de 2009

Ernesto

A mi amigo “supositorio” (meti culoso)

No sabés lo desolada que estoy por no haber podido darte la manita en los horribles momento que te tocó sufrir.

Siento una de las más grandes tristezas que haya sentido en la vida, el saber que no hablaremos más, que no me regañarás o felicitarás como lo has hecho tantas veces, me hace sentir despojada.

Me revelo contra la vida, que no te dejó disfrutar más de la felicidad alcanzada, después de tan ardua vida, relegandote para darles tranquilidad y felicidad a los demás.

La desgracia de vivir en un mundo “tan avanzado” que nos permite querernos y no nos deja disfrutarlo. Me acuerdo de ese cafelito que tomaríamos en Buenos Aires, charlando todo aquello que es pesado escribir, e intercambiando afecto, y que no pudo ser.

Realmente los días que pasé en Gavá han sido para recordarlos siempre, entre las atenciones extremas de Mari y las charlas en la galería disfrutando del clima y la calma, fueron los mejores de mis últimos 20 años.

Estoy convencida que merecías más tiempo de felicidad, pero nadie podrá negar que la encontraste en esa compañera preciosa que te buscaste…mejor dicho, que yo te encontré, ja, ja, ¿te acordás?.

Vale Jefe, ahora descansá de los horrores que sufriste, si Dios quiere nos encontraremos nuevamente y allí si que no nos faltará tiempo para compartir.

Te quiero mucho.


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